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PREDICAMOS 

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Predicamos y enfatizamos que la salvación es sólo por la Gracia de Dios en Cristo Jesús

Predicamos que Dios muestra su Divina gracia en Jesucristo a toda criatura incondicional e inclusivamente.  Aunque la gracia de Dios es indivisible, ésta precede a la salvación como gracia preveniente, continua como gracia convincente-justificadora, y culmina como gracia glorificante-santificadora.

•    Gracia Preveniente:

Es la gracia que previene, que viene antes del momento de nuestro compromiso firme con el Señor, o sea nuestra conversión.  La función de la gracia en esta etapa de la vida es cortejarnos, persuadirnos a no resistir más a Dios, y comprometernos definitivamente con Dios.

•    Gracia Justificadora y el Nuevo Nacimiento:

La gracia justificadora obra en el momento que decidimos no resistir más a Dios, cuando aceptamos por fe que Cristo es quien nos justifica.  Es la gracia que borra de nosotros el sentido de culpa; por la cual recibimos el perdón de Dios. Creemos que en el momento que la gracia justificadora se manifiesta en el creyente, se experimenta un cambio en nuestra naturaleza y se quita el poder del pecado de sobre el creyente.  También obra un cambio en la relación del creyente con Dios.  Antes estaba resistiéndose y no reconocía el reclamo de Dios sobre su vida.  Después del momento de justificación, el creyente es una nueva criatura y busca someterse a la soberanía de Dios.

•    Gracia Santificadora: 

La obra de la gracia santificadora es la de capacitar la voluntad humana para vivir un discipulado responsable, yendo hacia la perfección cristiana del amor.  La santificación (el proceso por el cual es responsable la gracia santificadora) es un proceso de aprender a obedecer a Dios.  Si antes resistíamos a Dios y le desobedecíamos, ahora le buscamos para obedecerlo.  La santificación es un proceso de maduración en el discipulado.  El cristiano es libre de obedecer o desobedecer a Dios.  Esta libertad viene directamente de Dios.  La desobediencia causa una ruptura, aunque temporal, en nuestra relación con Dios.  La obediencia hace más estrecha nuestra relación con Dios.  Cuando desobedecemos a Dios, la gracia vuelve a ofrecernos la oportunidad de obedecerle.  Si le obedecemos, la gracia nos presenta nuevas oportunidades.   El propósito de este proceso es que cultivemos la costumbre o el hábito de escuchar a Dios y obedecerle.  Mientras más practicamos la obediencia, más afinamos el oído y el corazón a la obra del Espíritu Santo, quien nos indica las tareas que nos tocan.  Si constantemente desoímos las indicaciones del Espíritu Santo, nos volvemos primeramente desinteresados y hasta sordos espirituales.

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